DATOS de la PUBLICACIÓN
Título: La playa de los cangrejos violinistas
Autor: David Gómez
Ilustradora: Silvia Álvarez
Editorial: Volteletras (2023)
Páginas: 44
ISBN: 978-84-271-4804-8
SINOPSIS
Cada verano Luka espera impaciente el momento de ir de vacaciones al pueblo de los abuelos. Allí, junto a Llorona, día a día, disfruta de un espectáculo muy curioso frente a la bahía. Una mañana, todo cambia. Algo no va bien y Luka necesita saber qué está sucediendo.
Una historia que pone en valor los vínculos y las relaciones familiares entre distintas generaciones y el poder evocador y reparador de los lugares donde habitan nuestras raíces.
¿Qué dicen por ahí?
Contexto de la historia
De colores, redes, aparejos y barcas de madera
El lugar donde transcurre esta historia es real, aunque ya no existe como tal. ¡Una pena!. Es el lugar donde crecí y al que vuelvo, cada vez que puedo, a recargar pilas y respirar profundo. Allí conecto con el niño que fui y pierdo la mirada en el horizonte. Llevo más de media vida fuera de mi tierra y aún anhelo el olor a fango y sepina que desprende ese rincón tan especial que se asoma a la bahía de Cádiz.
Este poblado de casetas de pescadores formaba parte del entorno natural en plena armonía y se localizaba en la playa de la Casería de Ossio. Una barriada periférica situada al norte de San Fernando, desde donde se pueden contemplar las localidades de Cádiz y Puerto Real.
En este lugar, de tradición marinera, los visitantes pueden degustar el pescado fresco, recién cogido en las aguas de la bahía, servido en dos bares emblemáticos que aún siguen de pie: “La Cantina de TITI” y “La Corchuela” (más conocidos por los lugareños como “El Bartolo” y “El Muriel”).
Con la demolición de este pequeño poblado, que miraba al mar con todo su colorido, el barrio de la Casería y San Fernando ha perdido una importante seña de identidad, un lugar pintoresco y singular que, además, atraía el interés de cientos de visitantes de toda España.
En mi retina, y en la de muchos y muchas “cañaillas”, se quedará la magia, la musicalidad, las vivencias, las bajamares, las pleamares y las puestas de sol de ese mágico rincón.
Crónica de un derribo anunciado
La crónica del derribo de las casetas de pescadores de la playa de la Casería se remonta a 2002, año en que la Demarcación de Costas en Andalucía-Atlántico, considerando estas casetas como construcciones ilegales, comenzó a abrir expedientes a los propietarios de las mismas. Pero no fue hasta octubre de 2020 que Costas acuerda el inicio del procedimiento de recuperación posesoria del Dominio Público Marítimo Terrestre (DPMT).
Pese a las protestas vecinales del barrio y de toda la ciudad, que solicitaban la legalización de cada una de las casetas, el 14 de febrero de 2022 se hizo efectivo el derribo a excepción de “La Catina de Titi” y “La Corchuela”. El primer caso gracias a una concesión concedida por la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía. Y en el segundo, gracias a una suspensión cautelar conseguida por vía judicial.
En estos momentos la zona está a la espera de que se lleve a cabo el proyecto de regeneración de la playa.
Un lugar de cine premiado en festivales
La playa de la Casería y la idiosincrasia de la gente del lugar dieron el salto a la gran pantalla en 2006 cuando el cineasta catalán, Isaki Lacuesta, buscando el espíritu y las raíces de Camarón de la Isla, graba la película “La leyenda del tiempo” en la que cuenta la historia de Isra y Cheíto, dos niños gitanos muy conocidos en el barrio.
En 2018, Lacuesta vuelve a la playa de la Casería para rodar “Entre dos aguas”. Una película que gana la Concha de oro en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, además de otros tantos premios y nominaciones en multitud de festivales, y que retoma el relato de vida de esos dos hermanos donde la ficción gana terreno a la realidad.
En ambas películas, el poblado de casetas, la playa, la bahía y sus barcas de madera constituyen un personaje más con identidad propia.
Unos cangrejos musicales
Cuando baja la marea en la playa de la Casería queda al descubierto el fango y cientos de agujeros que son las puertas de acceso a las madrigueras o galerías subterráneas donde viven unos cangrejos muy singulares y típicos del lugar. Estamos hablando de un género de crustáceo decápodo, denominado Uca, perteneciente a la familia Ocypodidae.
Debido al gran tamaño de una de las pinzas o tenazas de los machos —ocupa casi del ancho entero de su cuerpo— y al movimiento que hacen, vulgarmente, estos cangrejos marinos semiterrestres son conocidos como cangrejos violinistas. El vaivén con el que mueven esa pinza es tan acompasado que recuerda los movimientos del brazo de un violinista.
En el argot popular estos cangrejos se denominan de otras muchas maneras: cangrejo de boca, cangrejo de una pinza, cangrejo de boquilla o barrilete…
Cómo son, cómo viven y cómo se alimentan
Los cangrejos violinistas tienen un caparazón de forma ovalada y textura granulosa. Cuentan con 8 patas y dos pinzas con las que se comunican a través de gestos. Además de esa comunicación visual, al carecer de capacidad auditiva, son capaces de percibir vibraciones.
En el caso de los machos una de las dos pinzas es mucho más grande que la otra y la usan en los cortejos y en los enfrentamientos con otros machos. Por el contrario, las hembras cuentan con dos pinzas más o menos iguales y de pequeño tamaño.
Las patas son relativamente largas y están adaptadas para cavar las madrigueras y desplazarse a gran velocidad sobre la arena compacta o fango en situaciones de peligro.
Tienen un gran campo de visión gracias a sus pedúnculos oculares, al final de los cuales se encuentran los ojos.
Suelen presentar tonalidades anaranjadas con manchas violáceas en el caparazón, rojizas en las patas y amarillentas en las pinzas. Esta coloración puede cambiar y hacerse más intensa o apagada según sea de día o de noche, ante la amenaza de algún depredador o incluso en el cambio de estaciones.
Son animales detritívoros, se alimentan principalmente de materia orgánica en descomposición. Pero también pueden comer carne de animales muertos y plantas que encuentran en las orillas de la playa.
Conforme crecen van mudando su envoltura. Es en ese momento de la muda donde vuelven a regenerar cualquier apéndice (pata o pinza) que haya sido amputado por algún depredador.
Su ciclo de vida gira en torno a dos años.
Los cangrejos violinistas habitan en zonas de estuarios y marismas, generalmente con fondos de fango o lodo. Cada individuo excava un túnel cilíndrico de unos 30 cm en la arena o el fango del que no suele retirarse mucho porque le sirve de refugio ante la menor señal de peligro y en él permanece mientras la marea esté llena.
En esa madriguera se refugian las hembras durante un período de dos semanas que dura el proceso de gestación. Los huevos los transporta en una masa en la parte inferior de su cuerpo. Pasado ese tiempo la hembra sale del refugio y los libera en la marea baja. Allí eclosionarán las larvas y vivirán en el agua en torno a otras dos semanas, hasta que se conviertan en pequeños cangrejos y se adentren en las marismas.
Gastronomía del lugar sostenible y respetuosa
En San Fernando, estos cangrejos son muy conocidos como las Bocas de la Isla y constituyen un manjar para el paladar muy típico de la zona. La carne del interior de la pinza es muy fina y de un sabor exquisito.
La forma típica de recolección de estos crustáceos es el marisqueo. Cuando se mariscan se les quita la pinza de mayor tamaño y se vuelven a dejar libres en el fango para que ésta se vuelva a reproducir en el proceso de muda.
Mientras la pinza perdida se desarrolla de nuevo, al cangrejo le comienza a crecer la pinza más pequeña.
Reseñas y prensa
- «La playa de los cangrejos violinistas» (La Vanguardia)
- La playa de los cangrejos violinistas (Canal Lector)
- En la playa de los libros infantiles (Blog «Donde Viven Los Monstruos: LIJ»)
- La playa de los cangrejos violinistas (Blog «BiblogTecarios»)
- Ilustrar ‘La playa de los cangrejos violinistas’ (Blog «Un Periodista en el Bolsillo»)